sábado, 19 de mayo de 2007

Reportaje

Un terrible caos ocasionante de estrés.

Una de las calles más congestionadas del Centro de Medellín es la Avenida Juan del Corral o calle Bolívar. Este sector de la ciudad de Medellín, se convierte en el epicentro del ruido y la contaminación visual, además, el olor de esta calle es característico por sus habituales visitantes que toman las paredes del viaducto de el Metro baños públicos.

Yo trabajaba en un reconocido restaurante de comidas rápidas de la ciudad, justo en uno de los puntos más estresantes, pues el ruido de los carros, el sonido que emite el metro cada que pasa, la música a altos volúmenes de vendedores de discos piratas, las voces de personas que caminan por la calle, además de los gritos de los despachadores de buses y colectivos que repiten una y otra vez el nombre del barrio el cual quieren promocionar para que las personas aborden los buses.

Cada fin de semana era un completo desorden, recuerdo que, a ciertas horas, esta calle era más detestable que nunca, era insoportable para mi trabajar en medio de tantos ruidos, la verdad yo terminaba mi turno agotada y no porque realizara muchas labores, pero aparte de eso la contaminación auditiva se convertía en mi peor enemiga.

Las horas de mayor congestión, podría asegurar, era entre las 4 y las 8 de la noche, horas que, además de tener la compañía de buses y colectivos, contaba con la presencia de vendedores ambulantes, que no sólo vendían radios, pilas, medias, discos piratas, entre otros, sino que había entre ellos un vendedor que confieso era un ser muy inconsciente, pues en su puesto expendía sacol a los niños y niñas que pasaban por allí.

Este acto de inconciencia se convirtió para mi en algo insoportable, no podía creer lo que mis ojos veían cada que se acercaba un menor de edad a ese lugar, el “señor” ya sabía a que llegaban y les daba una bolsa negra con el inusual producto.

Era muy difícil vivir en medio de ese caos, creo que lo más estresante para mi era soportar el ruido de los vehículos de servicio público pitando, uno tras otro, con apenas unos cuantos pasajeros, convirtiendo al centro de la ciudad en uno de los lugares con mayor contaminación auditiva.

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